En el artículo anterior concluimos que la base de nuestra alimentación debería ser la misma a la nuestros ancestros nómades (si todavía no la leíste, hace clic aquí). A pesar que hay evidencias científicas que en los últimos 10 mil años la humanidad ha evolucionado de forma tal que ha conseguido adaptarse a ciertos alimentos como la leche y los cereales; estas adaptaciones dependen en gran medida de la línea evolutiva de cada persona. Por ejemplo, los europeos son más resistentes a la diabetes tipo 2 gracias a su mayor resistencia a los cereales, adquirida por su historia como la sociedad agrícola pionera; en las épocas de escasez alimentaria si no eran capaces de sobrevivir con estos alimentos no podrían transmitir sus genes.
En la actualidad se han investigado diferentes sociedades aborígenes contemporáneas que aún conservan un estilo de vida y alimentación similar a los antiguos cazadores-recolectores; en ellas se presentan muy pocos casos de enfermedades de la civilización (diabetes, enfermedad cardiovascular, hipertensión, depresión, alergias, cáncer), incluso en las edades avanzadas. Por ejemplo la sociedad de los Tsimane de Bolivia, presenta en general en sus adultos mayores de 75 años una salud cardiovascular equivalente a un adulto de 50 años viviendo en una sociedad occidental. (Observación de Tsiname)
“… Las enfermedades no surgen de la nada. Se desarrollan por pequeños pecados diarios contra la naturaleza. Cuando suficientes pecados se han acumulado, las enfermedades aparecen de repente… ” Hipócrates.
Hoy en día existen muchos enfoques dogmáticos en cuanto a la alimentación, están los que apunta a las proteínas como dañinas, los que consideran las grasas como el mismo diablo, los que culpan a los carbohidratos de los males modernos, los que piensan que sólo debemos comer lo que comíamos hace 10.000 años y hasta los que afirman que todo da igual pues todo son calorías. De esta forma diferentes tipos de dietas van poniéndose de moda, la paleolítica, whole30 o la dieta mediterránea; generando una clasificación de alimentos entre permitidos y prohibidos.

Limitar o suprimir nutrientes sin tener en cuenta el entorno, nuestros genes y nuestro nivel de actividad física, es un error. Desde el punto de vista evolutivo nunca fue así; se sabe que la cantidad de carbohidratos consumidos variaba según la época del año y la región del mundo donde estaba establecida la población. De la misma forma que se sabe que todas las sociedades ancestrales consumían algún tipo de carne, pero no es cierto que en todas representaba la base de su alimentación, algunas consumían otros productos animales (huevo o insectos) y gran variedades de tubérculos, vegetales y frutas que representaban más del 70% de sus calorías totales.
Basar la alimentación con el enfoque evolutivo es nuestro punto de partida para mejorar nuestra salud, pero debemos liberarnos de esos dogmas que no ayudan a aprender ni a progresar. La idea es entender lo que nuestros genes esperan y acercarnos lo más posible a ellos sin salir de nuestro entorno moderno. Está claro que las frutas salvajes aportan más nutrientes que las crecidas en invernaderos y que la carne disponible es nuestras carnicerías no son de los animales salvajes que cazábamos; pero estos se acercan mucho más a sus versiones ideales, que unas galletitas con sabor a frutas o un bife de seitán.

En cuanto a los ultraprocesados es simple, cuanto menos comamos mejor. No tenerlos en nuestras casas o tener lo menos posible es el primer paso para liberarnos de su poder adictivo. Si en realidad tenemos un antojo, vamos a tener que ir por ellos, de esta manera logramos diferenciar un impulso de unas ganas reales. Siempre hay un buen motivo para consumirlos; pero hay que tener bien claro cuales son los “buenos motivos”, un partido de nuestro equipo de fútbol no es un buen motivo. Disfrutar una cerveza, una pizza o un buen plato de pastas en una reunión con amigos, un cumpleaños, una fiesta o simplemente una salida; son excelentes ocasiones. Comer un 10% de comida basura no arruinarán nuestro físico, no es una regla, es la excepción. Esto sería lo ocasional, NO lo habitual.