Propósitos para el año nuevo

Generalmente el inicio de nuevo año (seguramente en este año muchos consideraríamos el lunes 6) nos empieza a despertar un arsenal de buenas intenciones y ganas de mejorar en muchos sentidos de nuestras vidas por lo que nos proponemos los famosos “objetivos” anuales. Sin embargo, una vez que pasada la excitación del cambio de calendario, la rutina nos inunda y la inercia nos deja sólo con eso “intenciones” ¿qué es lo que nos pasa?

Sabemos que las frases motivacionales nos empujan y nos llenan de endorfinas, pero en algún momento la motivación se pierde y es ahí donde la frustración nos invade y largamos todo, alejándonos de nuestros objetivos. Por eso para estos momentos, debemos tener algo más fuerte e indestructible, un “propósito”.

Estos “propósitos” son tareas o acciones concretas fáciles de implementar, apuntadas a generar un hábito que nos acercará a nuestro objetivo. Tenerlos nos apuntalará en el momento que la motivación se tome descanso o se vaya de vacaciones. Finalmente, el mantenimiento del hábito es lo que nos acaba llevando al resultado deseado.

Para entender bien la diferencia entre lo que llamo “objetivo anual” y “propósito anual” veamos algunos ejemplos: Un “objetivo” para el año que comienza puede ser mejorar mi alimentación. Algo difícil de realizar para algunos, sin embargo, con un “propósito” como podría el de no comer ultraprocesados en el almuerzo durante los 12 meses; o dejar las gaseosas regulares para empezar a consumir sin azúcar; el “objetivo” está un poco mas cerca. Lo mismo podemos hacer con el ejercicio, en lugar de proponerse ir al gimnasio todo el año, quizás podíamos entrenar 15 o 20 minutos todos los días en casa o una plaza o donde me quede cómodo.

Así redactadito parece una cosa fácil, (o como decía un profesor mío “en el pizarrón cualquier circuito electrónico funciona”); pero la realidad es un poco más compleja y al poner en práctica nuestro “propósito” también suelen aparecer fallas, nos encontrarnos con obstáculos o inconvenientes que no podemos sortear, acabando nuevamente en la frustración y no pudiendo incorporar el hábito. La única forma de evitar esto es encarar la puesta en marcha como si fuese un simple auto-experimento; como cuando éramos niños.

En un momento de nuestras vidas todos experimentamos hasta que la sociedad nos inculcó sus comportamientos o empezamos a obedecer profesores o gurúes (seguí esta dieta y seguí este plan de entrenamiento y perderás peso). Pero en realidad la mayoría de las cosas las hemos aprendido gracias a la experimentación y aquí está el quid de la cuestión “aprender” que es lo que nos va mejor a nosotros (a vos y sólo a vos como individuo único). Entendiendo que no somos robots y muchas cosas nos puedan salir diferente a lo esperado nunca fracasaremos. Pero constantemente deberemos analizar y detectar los motivos de las fallas y buscar la forma de corregirlas para re implementar el plan con mejoras hasta lograr la adherencia. Quizás hasta encontremos un problema raíz el cual no sólo nos impide cumplir nuestro propósito puntual sino el progreso en otros aspectos de nuestras vidas y resolviéndolo allanamos el camino de varios otros objetivos. Por ejemplo, si no conseguimos mejorar nuestros almuerzos como lo habíamos propuesto porque nos cuesta cocinar por falta de tiempo o cansancio; es esencial detectar donde estamos estamos perdiendo tiempo en otras cosas que no son tan importantes como pueden ser divagar en internet o aprender a planificar mejor para facilitarnos la tarea.

En fin, el 1 de Enero en realidad es una fecha como cualquier otra, sólo cambian unos números en el calendario; pero para nuestro cerebro puede resultar una fecha especial donde aparecen muchas reflexiones y ganas de mejorar. Podemos aprovechar estos momentos para algo positivo. Pero debemos dejar de pensar en soluciones mágicas, en objetivos abstractos y procurar implementar acciones concretas dejando de lado la opinión del resto, aprendiendo y sobre todo disfrutando del proceso.

¡Feliz año nuevo!

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